jueves, 31 de marzo de 2022

 

 DEMOCRACIA INTERNA EN LOS PARTIDOS



¿Es beneficiosa o perjudicial la elección democrática de los cargos orgánicos de los partidos?


Desde el momento en que la Constitución Española dice que los partidos deben tener un funcionamiento interno democrático, y teniendo en cuenta que estamos en una democracia, y dando por supuesto que todos detestamos las dictaduras y exigimos nuestro derecho a elegir a quien nos represente y dirija, pues parece evidente que la única opción posible es la de elección democrática de los cargos orgánicos por votación directa de todos los afiliados (sin compromisarios ni ningún tipo de intermediario).


A la hora de hablar de partidos políticos hay que tener presente qué son los partidos. Más concretamente los de nuevo cuño, los que han nacido en esta democracia. Partidos como UPyD, Ciudadanos, Podemos o VOX. Surgieron por el desencanto con el bipartismo anterior y por no tener a ningún partido que realmente representase a muchos ciudadanos. Sí, esos ciudadanos que decían votar con la nariz tapada y los que directamente no votaban negándose a participar en esta partitocracia. En esas surgieron unos ideólogos que proponían soluciones a los problemas que no resolvían, y que incluso provocaban, los partidos de siempre. Al principio eran poco más que un club de amigos. Redactaban manifiestos fundacionales llenos de idealismos y buenas intenciones. En base a ellos se concretaban los artículos que definían los estatutos que les regirían. Y hasta ahí, bien. Pero luego esos partidos crecieron muy rápidamente. Ya no eran un club de amigos. Te podían colar algún submarino para que te torpedease por dentro, podrían aterrizar un grupo de paracaidistas de otro partido y hacerse los amos para destruirlo. Eso es fácil. En un partido pequeño, metes un puñado de afiliados nuevos, presentas una candidatura y tienes más votos que cualquier otro candidato. Ya puedes mangonear como te interese el nuevo partido o hundirlo directamente. A eso hay que añadirle que la inmensa mayoría de los primeros afiliados, los camisas viejas, suelen ser gente idealista, voluntariosa, pero sin experiencia. En un terreno tan resbaladizo y tan pantanoso como la política, los líderes tiemblan ante la idea de que salga elegido cualquier tuercebotas o cualquier exaltado para dirigir una provincia o incluso una población.

Por eso resulta entendible que, desde la mejor de las intenciones (quiero suponer), todos acaban acaparando el poder en una persona o en un órgano supremo.

He vivido muchas elecciones internas para nombrar coordinadores locales, regionales, nacionales, europeos,... Y tampoco es tan democrático como pueda parecer. Suele haber cortapisas. Hay partidos en los que los afiliados eligen al candidato para la portavocía a la Europeas, pero el resto de su equipo se lo impone el partido. Y más tarde el partido tiene potestad para cambiar al portavoz. Con lo que al final no eliges nada.

Por otro lado, el elegir a los cargos no garantiza nada:

- En el ámbito nacional, si se presentan 40 candidatos para liderar el partido, ¿cómo eliges la mejor alternativa al actual líder? Imposible. No conoces a ninguno de ellos. Al final te dejas llevar por alguna de las corrientes que surgen y que dirigen (o manipulan) tu voto en beneficio propio. Eso, o votas al que te parece más simpático o que tiene un mejor currículum (sin saber cómo se expresa o su postura respecto a las cuestiones más espinosas)

- En el ámbito local sí que puedes conocer a todos los candidatos a coordinador local. En esos casos se montan grupos que compiten por un mismo objetivo y que sólo uno puede alcanzar. Surgen campañas en las que tiene cabida hasta el descrédito de los otros candidatos, especialmente contra los actuales líderes que suelen ser acusados de abusar de su posición para sacar ventaja. El resultado final suele ser la salida del grupo que ha perdido. Salen dando un portazo y echando bilis contra el partido que hacía un rato pretendían dirigir. Así que parece que la gente no es tan democrática como dice. Sí que piden democracia, pero para su beneficio (respeto a sus ideas, acceso a cargos,...), pero ellos no son demócratas con quienes piensan o deciden lo que no les interesa.

- La elección democrática no implica que nos guíen los mejores. De hecho, democráticamente fueron elegidos en sus partidos tanto ZP como Sánchez, los dos peores Presidentes que hemos tenido y con diferencia. También fue elegido Casado, y casi acaba de hundir al PP. Por supuesto, lo lógico, y hasta evidente, es que nadie va a votar a quien le engaña y le roba, y resulta que los partidos más corruptos son los más votados.


¿A que parece que estoy en contra de la elección democrática de los cargos orgánicos de los partidos? Pues no. Ya digo que a priori es lo ideal. Y sería perfecto si todos fuésemos idealistas, nos implicásemos para estar al día de todo lo que hace el partido y sus candidatos,… pero resulta que hay gente que sólo mira su interés personal, hay gente poco capacitada, hay gente que no sigue el día a día del partido y vota sin saber qué está votando, hay gente muy idealista y muy capacitada que puede resultar perjudicial por ser demasiado exaltados o fanáticos (por ejemplo),…

Me gusta la elección democrática, pero le veo muchos peros y mucho peligro.


Por otro lado, estoy convencido de que nadie debe tener el poder absoluto. La Historia nos ha demostrado que quien tiene el poder absoluto abusa de él. Se suele hablar de Trajano como buen gobernante. Cuentan que cuando fue nombrado emperador, le dijo al prefecto del pretorio en el Senado: «Toma esta espada y, si gobierno bien, úsala por mí, y si no, en mi contra» En realidad eso hay que enmarcarlo en el ámbito del “manifiesto fundacional”. Conociendo la condición humana y los vaivenes de la política y de los partidos, resulta imprescindible un control de los afiliados sobre los dirigentes. Un órgano interno no vale. ¿De que serviría un Comité de Garantías si estuviese colonizado por los afines al líder? Y los líderes (también los locales) pueden endiosarse, cambiar las prioridades y hasta la ideología que defienden. Claro ejemplo lo tenemos en el PP, que hace tiempo era de derechas, viajó al centro y se pasó de frenada hasta ser tan progre o más que el PSOE. En esos casos, desde fuera, solo tienes dos opciones: no votar a ese partido o votarle con la nariz tapada. Desde dentro, los afiliados, deben tener la potestad de cambiar a los líderes que han traicionado el manifiesto fundacional y el ideario que les llevó a afiliarse.

Por tanto, yo apostaría por una fórmula en la que el partido elija a los líderes desde nivel regional para abajo, pero escuchando a los afiliados y dándoles herramientas realmente eficaces para poder decapitar a la directiva si fuese necesario.

También creo importante (en el ámbito regional y local) la participación de los afiliados en la confección de listas y del programa electoral, aunque la última palabra venga de la cúpula de Madrid. Pero sería muy recomendable organizar una Asamblea para tratar esos temas, sobre todo donde haya pocos afiliados. Donde haya muchos puede ser inviable.


Y desde luego, los presidentes nacionales deben ser elegidos por votación directa de los afiliados. Ya digo que eso no garantiza elegir al mejor, pero sí permite librarse de los peores. Y eso debe obligar a los dirigentes a tener en cuenta a los afiliados y a no alejarse del ideario del partido.


Y en otro orden de cosas, en lo relativo a la situación política nacional, necesitamos una regeneración democrática, empezando por un cambio profundo de la ley electoral.