martes, 10 de junio de 2014

El debate monarquía-república

El Rey ha abdicado la corona y al instante ha saltado el debate. Un debate que en realidad no lo es. Realmente han sido ciertos colectivos y ciudadanos los que han aprovechado la coyuntura para pedir la república (una vez más).

Empecemos por el principio y simplificando:
¿Qué es una monarquía? Eso lo tenemos claro: un Gobierno en el que la más alta autoridad la ostenta un Rey. Esa pregunta es fácil
¿Qué es una república? Pues cualquier forma de gobierno en que no existe un Rey. Esta también es fácil.
Cuando se pide una república, ¿qué se está pidiendo? Eso ya es más complicado. Tan república es el “capitalismo salvaje” de los democráticos EE. UU. de América como el socialismo de la dictadura militar de la URSS. 


Lo que se ve en televisión son jóvenes enarbolando banderas de la II República con nostalgia de algo que nunca han conocido. ¿Realmente quieren que vuelva aquello? Lo primero que hizo la república fue el prohibir los partidos monárquicos y el establecer la censura en los medios de comunicación. Aquella fue una época muy convulsa, con constantes huelgas y manifestaciones que solían acabar con un montón de heridos y varios muertos. En aquella república las distintas ideologías iban armadas por la calle, constituidas en milicias. Los fascistas de la Falenge, los tradicionalistas de los Carlistas, los anarquistas de la CNT y de las FAI, los sindicalistas de la UGT, las Juventudes Socialistas,… todos iban armados y haciendo uso de las armas y dejando muertos por las calles y las cunetas por tener otra ideología política. Que no cuenten conmigo para una república tan antidemocrática, represora y violenta. Para muestra lo ocurrido en Casas Viejas cuando los Guardias de Asalto masacraron a unos anarquistas que se metieron de ocupas. “Ni heridos ni prisioneros, tiros a la barriga”, cuentan que ordenó Azaña. Otros dicen que el Presidente de la República no dio tal orden. Pero los muertos matados quedaron.
 

Cada cual da sus argumentos a favor de la república. Algunos aluden a la corrupción, como si los actuales corruptos fuesen a volverse honestos al ser imbuidos por los valores republicanos. O como si los sucesivos políticos que fuesen desembarcando en la Presidencia de la República no fuesen a maniobrar para colocarse después en algún consejo de dirección de alguna multinacional o como si sus familiares, amigos, camarillas, asesores,.. fuesen inmunes a la tentación del dinero público.
 

Otros pretenden justificarla amparándose en los valores democráticos. Paradójicamente, suelen ser los mismos que admiran y apoyan las dictaduras socialistas como la soviética o la cubana. Aún no he oído a nadie pedir que se pueda elegir democráticamente a ningún cargo más que al Presidente de la República. ¿Ya? ¿Ahí se acaba la democracia? ¿Por qué no podemos elegir a los Ministros? ¿Por qué no podemos elegir a los embajadores que nos representarán en todo el mundo? ¿Por qué no podemos elegir a los altos funcionarios que decidirán cómo se aplican las políticas o cómo se han de interpretar las leyes que nos pueden meter en la cárcel? ¿Por qué no podemos elegir a los cargos mejor pagados, los de las Diputaciones Provinciales? ¿Por qué no podemos elegir a los jueces o a los policías como en Estados Unidos?... Pues porque el tema de la elección democrática no es el motivo, sino la excusa que utilizan algunos para justificar la imposición de una república.
 

Los hay que pretenden desprestigiar el concepto Monarquía presentándolo como algo anacrónico. Se les olvida que las repúblicas también tienen miles de años, que se lo pregunten a los antiguos romanos o a los antiguos atenienses. De hecho, ya escribió Aristóteles sobre su concepto de República. Y evolución y actualización de la monarquía ha sido constante hasta llegar a la monarquía parlamentaria, que en esencia es una república hereditaria.  
 

Y no es que yo prefiera la monarquía a la república, como tampoco prefiero la república a la monarquía. Pero existe un concepto que se define como “lealtad institucional”, que algún valor debiera tener. Y si se cambia algo debe ser para mejorar. Cambiar por cambiar es una estupidez a la par que una temeridad, porque no sabes cómo te va a salir el experimento. Desde la monarquía, la propia inercia me frena el paso a la república, como desde la república la misma inercia me obstaculizaría el acercamiento a la monarquía. Porque no hay ninguna razón de peso. Porque el único motivo que tienen muchos es ideológico, y esas ideologías ya derramaron demasiada sangre en el siglo XX como para actuar de garantistas ahora. Los problemas de España y de los españoles no se solucionan cambiando a un Rey por un Presidente de República. Lo imprescindible es que las  instituciones funcionen. Lo que importa es una auténtica ley de transparencia. Lo necesario es que todos seamos iguales ante la ley. Lo urgente es que los políticos pasen de las algaradas ideológicas y de los intereses partidistas a centrarse en solucionar los problemas de los ciudadanos, que es su obligación. Lo irrenunciable es que las Administraciones se dediquen a servir a los ciudadanos en lugar de utilizarlos como fuente de ingresos por cualquier vía y con malas maneras. Realmente no es necesario un cambio en el tipo de jefatura del Estado, lo que sí es necesaria es una profunda regeneración democrática.